“Su venta a menores es un delito.”
Eran los dosmiles, el internet andaba a 56 kbps, Shrek se estaba apenas insertando en el colectivo popular, los sitios de MSN (grupos) eran un modo popular de encontrar contenido, sobre todo ese contenido de “monas chinas” en paños menores (guiño guiño).
Pero no todos teníamos internet en casita; es más, existían esos antros de mala muerte llamados originalmente “cyber cafés” y después degradados solo a “el siber”, lugar atendido por un típico amigo gordo, paria social, que te recordaba 15 minutos antes de acabar tu tiempo con la voz más rompepelotas del universo.
Pero entre ese caos y ausencia de material pro chaquetas surgió una luz de esperanza que guiaría la vieja práctica de agitar la nutria: una revista, pero no cualquier revista, una que además incluía un CD (700 MB, papá) con contenido de calidad sobre tus monas chinas favoritas del KOF o Street Fighter vistiendo nada más que la piel que habitan.
Una fuente interminable (osea no) de inspiración para puñetas retro otakus de primera. Cabe mencionar que los que más la buscaban eran menores, y a los puesteros (vendedores de kiosko de revistas) les valía madre con tal de venderlas, y ya después tuvieron que poner en letras rojas en un papel encima de la revista: “Su venta a menores es un delito”, lo que te hacía pagarle 20 pesos más al voceador para que te la vendiera discretamente.
Buenos tiempos.
Y no hablemos del CD, porque ni de puto chiste llenaba los 700 MB (650 o algo así disponibles realmente); a lo mucho eran 4 galerías de imágenes hentai y porno que sumaban unos deficientes 100 MB de contenido, muchas veces rellenado con programas y canciones en formato WAV, pero era lo que había. Una imagen de Athena de KOF enseñando la empanada era más que necesaria para arrancarme el prepucio de una manera que haría sonrojar a Claudia Sheinbaum.
En fin, bellos, bellos tiempos.
Shrek se estaba apenas insertando
Usted si que la agarró.
Uy, cómo olvidar el HentaiCD. Ciertamente, aquellos eran tiempos difíciles para el pajero otaco. Los 56 kbps (~3 KB/s en la práctica) hacían muy difícil encontrar porno de mediana calidad que pudiera bajarse en un tiempo asequible (pensad en la escena esa de Los Simpson donde el wey de los cómics está esperando a que baje una imagen y le sale un anuncio de la empresa de internet de Homero). Imágenes de 320 píxeles de alto y clips de vídeo de 160 px y 10 segundos de duración (y extensión 3gp) eran nuestra panacea. Claro está que HentaiCD tenía un muy buen nicho para llenar. También existían cosas como los VCDs y los discos que se podían ver en el PlayStation sin movie card, pero nada igualaba la sencillez de sólo ir al puesto de revistas y convencer al ñor de que te la vendiera (mi truco era ir siempre con un wey distinto, en diferentes lugares del municipio, para que no pudieran echarme de cabeza).
Personalmente, y aunque cueste creerlo, sólo llegué a comprar un número. Las razones fueron dos: primera, que tenía el típico amigo que sí las compraba y era solidario prestando la revista; y la segunda, que a pesar del ridículo ancho de banda del dial-up, era el único de toda la familia que sabía usar la computadora, por lo que siempre tuve carta blanca y tiempo ilimitado para buscar perversiones desde que la máquina entró en casa (todavía recuerdo webs como relatos.com, indicefotos.com y muchas más). Ergo, para mí la revista era un complemento, y no la única fuente de material pajero.
Afortunadamente para las nuevas generaciones, algunas almas caritativas han subido algunos de los CDs a Archive.org. Y yo mismo tengo todavía el CD que venía con el único ejemplar que compré. Si tienen interés científico, puedo compartirlo por aquí.
Ojalá lo compartas.
'Toy tratando de crear la ISO, pero como sólo tengo un lector externo por USB, y el Brasero no está cooperando, se está tardando un chingo. Voy a tratar con el PowerISO o con
dd
a ver si así funciona.