Érase una vez en la gran Tenochtitlán, donde todo era mexa y olor a nixtamal, un cabrón de nombre Vrayantl Popocatépetl, guerrero nivel 10, bien cabrón, con stats que hacían ver a los demás como pinches aldeanos de tutorial. El vato traía espada +2 de venganza, grebas encantadas y unos brazaletes que daban +15 a la facha.
Un día, este cabrón ve pasar a la princesa Iztaccíhuatl, morra de linaje mexica, de esas que no pisan tierra porque flotan del porte, la mirada y la nalga celestial. Era 8 natural, pero con filtros y buena pose, fácil se te iba hasta 9.9 con inclinación a diosa. Y el Popo se quedó pendejo, babeando como guajolote en feria.
Obvio, se enamoró.
Y pa’ su suerte, la Izta también decía “ay, qué bonito el guerrero ese, parece que huele a copal y no como los otros pendejos con tunicón de tianguis”. Amor correspondido, banda. Pero… a huevo que había un pinche rival.
Se llamaba Ikertl Tlamamehuetl, un aprendiz de hechicero culero, nivel 3, que ni magia sabía hacer pero se sentía el pinche Merlín del Altiplano. El vato traía más envidia que poder, más sal que el mar muerto, y estaba bien ardido porque también le tiraba el pedo a la Izta… nomás que ella lo tenía bloqueado de todo.
Un día, Popo le dice al Ikertl, sin filtro ni protocolo:
—Carnal, ya estuvo, le voy a llegar a la Izta.
Y el Ikertl, en modo ardilla en celo, le dice:
—Nel, cabrón, esa vieja es de otra liga, tú no la armas, ni aunque lleves flores del Xochimilco.
Popo lo mandó a la verga con su cara de hechicero de Coppetl y fue directo con el Tlatoani: Don Chepe, el jefazo de los mexicas, patrón del imperio, con túnica de plumas y puro en mano.
—Don Chepe, vengo por la mano de su hija. A cambio le doy esto: una cuenta de Netflixtl, robada, sí, pero tiene todo, hasta Narcos Texcoco y Chismecóatl: la serie.
Don Chepe, cagado de risa: —¡No mames, chamaco! Aquí no vendemos a nuestras mujeres como los pinches olmecas esos que cambiaban hijas por cacao y caguamas. Si quieres a mi hija, demuéstrame que tienes los huevos bien puestos.
Le lanza una quest: —Vete a San Juan de la Rechingada, mata a un tlacuache demoníaco nivel 5, y tráeme su cola como trofeo.
Y Popo, sin pensar, sin checar si tenía pociones o si era fin de semana doble XP, dice:
—¡Arre, chingue su madre!
Pero el Ikertl, como buen culerazo con alma de NPC traicionero, ya estaba cocinando su plan marrano.
Va por el camino donde Popo iba a pasar y deja tirada una armadura mid-tier, esas que dan +20 en defensa y +5 en ego. Porque Popo, siendo guerrero F2P, traía una pinche armadura más rota que la economía.
Obvio Popo la ve y dice: —¡A huevo, loot gratis! ¡Gracias, universo!
Se la pone, tira su armadura jodida y sigue su camino como si nada.
La quest era simple: matar al tlacuache. Pero ¿qué crees? ¡Acaba de salir parche nuevo! Y el pinche tlacuache ya era boss de raid, con cooldown compartido. Había una fila de guerreros, magos y bardos esperando turno. El Popo se la peló esperando un chingo de horas.
Mientras tanto, el Ikertl agarra la armadura jodida del Popo y se va en putiza con la Izta.
—Oye, morra… ¿ya supiste?
—¿Qué pedo, ahora qué?
—El Popo… ya valió verga. Murió en la quest. Me encontré su armadura, mira…
La Izta la ve y se le parte el alma. Se le apagó el chakra. Se le quebró el corazón como tlachiquero en lunes. ¡Y se muere! Se muere a la verga de puro dolor, estilo novela, estilo Padmé meets María la del Barrio. Así de pinche trágico.
El Ikertl, al ver que se le pasó la mano, se desaparece. Algunos dicen que lo mataron los admins. Otros que se fue a hacer TikToks con los olmecas. Nadie supo.
Mientras tanto, Popo por fin mata al puto tlacuache, le arranca la cola, se la echa a la mochila y regresa bien feliz, pensando que ya se iba a casar, a tener hijos con nombres como Cuautli Jr. y a vivir en un penthouse en Teotihuacán.
Llega con Don Chepe:
—Aquí está la cola, mi tlatoani. Ya chingué, ¿no?
Pero el tlatoani le dice: —Sí, morro, cumpliste. Pero… acompáñame.
Lo lleva al funeral. Ahí está la Izta, bien tiesa, ya oliendo medio raro, con flor de cempasúchil en la mano y todo.
Popo no dijo nada. Se quedó pasmado. Se le cayó el mundo. Como cuando te banean por error. Levantó a la Izta, se la echó al hombro, y la llevó al monte más alto, donde la acostó con todo el amor del mundo.
Luego se sentó a un lado, prendió una antorcha, y se quedó ahí, AFK pa’ siempre. Sin comer, sin hablar, sin siquiera actualizar su estado.
Los Game Masters del universo vieron eso y dijeron:
—Verga… este compa sí está loco por amor.
Y en vez de dejarlo morir como cualquier pendejo de misión secundaria, los sacaron del server y los convirtieron en volcanes.
Ella: la Iztaccíhuatl, dormida, recostada, como si todavía soñara con él.
Él: el Popocatépetl, echando humo, fuego, y pura furia, porque sigue emputado con el pinche Ikertl y el malentendido.
Y la puta moraleja es:
—Nunca te confíes de hechiceros con cara de vírgenes envidiosas.
—No cambies tu armadura jodida por loot gratis, puede ser trampa.
—Y sobre todo:
El amor verdadero no muere, se queda pinche activo, echando fuego pa’ toda la eternidad.
¡Huevos, banda!