En un pinche pueblucho más olvidado que la carrera de Kalimba, vivía un cabrón flaco, feo y con cara de que lo parieron en una cruda: Alí Babá, un leñador más jodido que la economía del país. El güey vestía pura ropa de pacas con hoyos, chanclas con calcetas y una gorra de “Corona Extra” toda percudida.

Vivía de cortar ramas secas y venderlas a señoras huevonas para calentar el agua del baño porque ni gas tenían. Su vida era una mierda, literal: cagaba en un balde y lo vaciaba atrás del jacal.

Un día, mientras macheteaba troncos con un filero todo despuntado, escucha un ruido:

“¡RRAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!”

Pinches motonetas tuneadas con más luces que una puta de antro, bajando del cerro como enjambre de cucarachas dopadas. Eran los famosísimos 40 CHOLOS HIJOS DE LA CHINGADA, encabezados por el malandro más culey de toda la región: “El Comandante Dientón”, un pinche vato con la sonrisa más culera del mundo: pura muela de oro, sin encías, con aliento a Tonayán y patas.

Se estacionan en frente de una piedra más grande que el ego de un reguetonero, y Dientón grita con voz de sicario de TikTok:

¡Ábrete, Sésamo, pinche piedra culeraaaaa!

¡Y zaz! Se abre como si le hubieran metido dos dedos. Todos se meten en fila con sus mochilas llenas de chingaderas que robaron en casas de infonavit, bardeadas con tabique y sin cable.

Pero lo que escondían no era oro ni joyas chingonas, ¡ni madres! Lo que había ahí adentro era el paraíso del naco aspiracional:

  • Cinturones Buchón Deluxe con hebilla de escorpión.
  • Perfumes “Chanel del Mercado”.
  • Shorts Jordan con el logo mal hecho.
  • Bocinas bluetooth más falsas que las chichis de Sabrina Sabrok.
  • Gorras con logos de Ferrari… pero de plástico.
  • Botellas vacías de Buchanan’s rellenas con Tonayán de fresa.

Desde el matorral, Alí Babá se los queda viendo con los ojos más abiertos que los de un güey en tacha. Espera a que se vayan, y se acerca. Grita con toda la furia de un desempleado con hambre:

¡Ábrete, Sésamo, pinche perra de piedra!

Y pum, se abre de nuevo. El güey se mete como rata a la alacena, se empaca unas bocinas, un estéreo robado, tres cinturones y un perfume de “Dolce & Cagalla”, y se va bien verga, con su carreta toda oxidadota y su cara de “ya chingué”.

Pero el pendejo de su carnal, Casimiro, un pinche gordo tragón con cerebro de calcetín mojado, le saca la sopa a punta de chantajes y caguamas.

“Órale, pinche jodido, dime de dónde sacaste esa cadenita más falsa que tus dientes.”

Y ahí va el güey, con su panza sudada y una mochila de Dora la Exploradora, a robarle a los cholos. Entra a la cueva, dice la frase, agarra unos relojes “Rolex-Tepito Edition”, y cuando quiere salirse…

¡Ábrete, a la verga! ¡Ábrete, piedra pendeja! ¡Ábrete, ábrete, pinche roca idiota!

Pero nada. Se le olvidó la clave, porque el güey era más bruto que caca en congelador.

Y de pronto…

“BRRRMMMMMMMMMM!!!”

¡Las motonetas! Regresan los cholos en bola, oliendo a resistol y culo. Entran a la cueva y ven al Casimiro todo sudado, abrazando un estéreo con luces.

“¿Qué verga haces aquí, pinche gordinflón?”

No le dan ni chance de explicarse. Le meten unos cachazos, le rompen la madre, lo destazan como borrego, y lo tiran afuera de la cueva con un narcomensaje clavado en el pecho con un cuchillo de cocina que decía:

“Así quedan los putos que no son del barrio. Att: Los 40 Motosicarios.”

Alí Babá encuentra a su carnal hecho caldo, con moscas en el culo y una bocina metida en el hocico. Se le revuelven las tripas, pero no llora. Llama a su mejor aliada: Brittany-Morgana, la perra de guerra, la sicaria caidota, la reina del penal de Santa Marta con tres ingresos, un escape y dos abortos sin registro.

Brittany-Morgana, con uñas acrílicas largas como machetes y cara de “te mato y me echo una selfie”, le dice:

“Esos hijos de su puta madre no saben con quién se metieron, mi Baba.”

Entonces se arma la jugada.

Se disfraza de teibolera evangélica, llega con una carretilla de tinajas diciendo que trae tepache con mezcal y mango. Los cholos, calientes, briagos y pendejos, se meten a las tinajas creyendo que era orgía, y en la noche…

¡ZAAAAAZ!

Les echa aceite hirviendo mezclado con manteca de puerco, gasolina, ácido de baterías y restos de un pozole de 15 días. Se cuecen vivos. Chillan como chanchos con hemorroides. Uno intenta salir, pero Brittany le mete un picahielo en el cuello y lo vuelve fuente de sangre.

El último, El Dientón, sale arrastrándose, todo hervido, y Alí Babá le mete un putazo con una bocina JBL falsa que lo manda al cielo de los pendejos.


Y el gran final…

Alí Babá y Brittany-Morgana se quedan con toda la mierda naca del botín: ponen un puesto de tianguis donde venden bocinas piratas, perfumes adulterados, y fundas de celular con luces.

Y la cueva… la sellan con concreto y pintan con aerosol:

“AQUÍ SE COCIERON LOS 40 PENDEJOS MÁS NACOS DEL CONTINENTE. NO TOCAR, HIJO DE TU PUTA MADRE.”